jueves, 2 de diciembre de 2010

BELLEZA Y MODA DE LAS CELÉBRIDADES


 
> Ivana Saccani
"No todo es color de rosa"
Su caso se asemeja al de muchas chicas que empezaron a desfilar por las pasarelas con tan sólo 15 años. De esa elección, de sus limitaciones y riesgos, la modelo puede hablar de sobra. Por suerte, la mujer que existe fuera de la pasarela tampoco faltó a la cita y compartió también varios de sus recuerdos, en especial el de su mágica noche de casamiento con el galán de telenovelas Sebastián Estevanez.

   
 
Con sólo 23 años, ocho de modelo y casada hace dos con el actor Sebastián Estevanez, Ivana da toda la impresión de ser una mujer madura, que habla con cuidado de lo aprendido y que no duda de ciertas metas. Entre ellas, se destaca su afán familiero, algo que heredó de su infancia en Junín y que sueña repetir de la mano de Sebastián y de al menos tres hijos. Es alta, muy alta y su imagen toda ayuda a reforzar la seguridad que sus palabras transmiten a cada momento. A diferencia de otras modelos, no elude ningún tema, ni siquiera cuando opina que muchas de sus colegas están evidentemente por debajo de su peso y que la tendencia está en aumento. “No estaría mal que acá suceda lo mismo que en Cibeles”, dice, en referencia al caso que conmovió al mundo de las pasarelas luego de que la tradicional semana de la moda española prohibiera desfilar a modelos con un índice de masa corporal inferior al 18%. Sobria, y evidentemente atractiva, su equilibrio no le impide sin embargo, entregarse con todo y hasta emocionarse con el recuerdo de su casamiento, una noche que atesora con especial fervor.
-Hasta los quince años viviste en Junín, ¿tenés nostalgia de la vida más tranquila de campo o estás absolutamente adaptada a la ciudad?
-Y… siempre que voy me invade una cosita. Es como mi cable a tierra. Allá está toda mi familia y también están todos los recuerdos de mi infancia. Pero también te pasa lo de siempre con la ciudad, que te acostumbrás al movimiento y tampoco es que me pueda ir a vivir allá. Está bueno como para un tiempo, pero mi vida está acá, en Buenos Aires.
-Y cuando empezaste, ¿fue el típico sueño de la chica que se viene a la ciudad para triunfar como modelo?
-La verdad es que en mi caso empezó todo como un juego, con una amiga que abrió una escuelita de modelos. Empezamos así hasta que salió un concurso, mandé fotos y me llamó Pancho Dotto. Tenía 14 años y me daba un poco de miedo venir, dejar todo, mis amigas, la familia, el colegio… Por suerte mi mamá vino conmigo y vivíamos de lunes a viernes acá y los fines de semana nos íbamos a Junín. Fue un poco agitado, pero estuvo bueno, sobre todo porque seguí manteniendo el contacto con mi gente. No es que abandoné todo.
-¿Pero soñabas con esto de chica?
-Y… Un poco sí, soñás con lucesitas, con la idea de salir en una revista. Es como algo mágico, sobre todo al principio. Pero la gente -y una misma- idealiza un poco de más el ambiente. La verdad es que no es un cuento de hadas.
-¿A qué te referís?
-A que es un trabajo, que si bien lo elegí y me gusta, requiere su esfuerzo. Tener que estar, por ejemplo, un día entero en una producción de fotos, hacer 70 cambios, tener hambre, sueño y no dar más. Irte de viaje con gente que no conocés por varios días, trabajar un montón. Cuidarte la piel, el cuerpo, dormir bien a la noche, hacer gimnasia, comer sano… Es un trabajo más, no es todo color de rosa…
-Hablando de eso, ¿cómo viviste la controversia por el caso Cibeles en España? ¿Te parece que debería suceder algo similar acá?
-Mirá, yo he tenido personas cercanas que pasaron por enfermedades como la anorexia y la verdad es que es algo muy feo y complicado. Si bien acá en Argentina nunca se exigió estar tan flaca, últimamente se está tendiendo a eso, y hoy por hoy podés ver muchas chicas que están evidentemente por debajo de su peso, con la piel de otro color… En ese sentido, no me parece mal que pongan un límite porque es una forma de ayudarlas. Yo peso 57 kilos y por mi altura, estoy saludable. Si pesara 53 kilos, estaría enferma.
-¿Te obsesiona mucho el cuidado de tu figura?
-Nunca voy a ser una chica híper flaca como algunos piden. Soy más grandota y con curvas. Tuve que trabajar mucho, hacer gimnasia y comer sano para estar en forma. Nunca estuve por debajo de mi peso, te diría que al contrario.
-¿El despegue internacional es una cuenta pendiente en tu carrera?
-En un momento, sentí ganas de trabajar afuera y me fui a España dos meses. La verdad es que me costó muchísimo estar separada de mi esposo, de mi familia… Además, ir allá fue empezar todo de nuevo, como cuando llegué a Buenos Aires con 15 años. Me sirvió para darme cuenta que no es lo que quería. Si hay alguna cuenta pendiente en mi vida es la de seguir estudiando. Intenté dos veces empezar la carrera de nutricionista, pero la verdad es que se me hizo imposible con el trabajo, los viajes y lo que implican.
-¿Y hoy seguís sufriendo mucho la distancia con Sebastián?
-Y… se complica. Si bien tenemos muchos momentos en que estamos separados, nunca es por más de diez días. Somos los dos muy pegados y sufrimos con la distancia. Ya nos pasó en España, que estuve dos meses y él fue a verme al mes porque ya no aguantábamos más la separación.
-¿Y qué pasa con las posibilidades que tiene él como actor en México? Él está allá ahora, ¿no?
-No, no. Todo el mundo piensa que Sebastián sigue en México (donde protagonizó la versión local de Amor en Custodia) pero nos volvimos juntos a mitad de año. Él es como yo, bien familiero y nos dimos cuenta que queríamos trabajar en el país. Él aún está estudiando varias propuestas pero irnos a México no es una opción. Como experiencia, estuvo bien, la pasamos increíble a nivel trabajo y también como pareja. Como no tenemos hijos, es algo que nos pudimos dar el lujo de hacer.
-Es decir que ahora no falta mucho para verte con hijos…
-(Sonríe) Nos encantaría, estamos con muchas ganas, así que en cualquier momento...
-¡Epa! ¿Este año, por ejemplo?
-(Risas) No sé. Me refiero a que estamos bien, casados hace dos años, juntos hace cinco… Nos encanta la familia y, obviamente, formar la nuestra es algo que anhelamos los dos. No te digo mañana, pero sé que en cualquier momento se puede dar.
-¿Soñás mucho con una familia numerosa y feliz?
-Es que cuando lo viviste querés que con tus hijos sea igual. Me encantaría que ellos disfruten como yo disfruté cuando era chica, con mis primos, mis hermanos… Igual no tendría muchos hijos, tres o cuatro como mucho. Pero bueno, el destino dirá.
-¿Sos celosa?
-Soy un poco celosa, lo normal.
-¿Qué significa eso en tu caso, cuando tenés un marido que se besa con otras mujeres en pantalla?
-(Sonríe) Al principio me fue muy difícil entenderlo, me costó muchísimo. Pero todo se basa en la confianza y hoy en día no me molesta para nada. Cuando le ofrecen un proyecto, no es que yo le digo: ¡trabajá con esta chica porque es más fea! La verdad es que si estás bien con tu pareja, no pasa nada. Los celos, afuera.
-Con un marido -y un suegro (el productor Enrique Estevanez)- tan relacionados a la tevé es raro que aún no hayas participado de algún proyecto televisivo, ¿no te interesa la actuación?
-La verdad que no. No me siento preparada para hacer eso y además, la actuación es una carrera complicada, donde se trabaja mucho con los sentimientos y las cosas te tienen que salir bien de adentro, no es algo que estudiás y ya. Te tiene que gustar mucho, vivís un año encerrado, grabando… En ese sentido, es aún más duro que nuestro trabajo, donde todo es más manejable. Por ahora, la tele no es lo mío.
-¿No te veremos dentro de poco en Bailando por un sueño, no?
-No, no iría. La verdad es que no soy de ir a un lugar para quedar expuesta con algo que no sé hacer.
-¿Qué recuerdo guardás como imborrable?
(Piensa un segundo y arranca) Una de las noches más importantes de mi vida fue cuando me casé. Fue una noche mágica y es un recuerdo increíble. Superó todas mis expectativas.
-¿Por qué?
-Por todo, por cómo me sentí esa noche, por poder compartirlo con toda la familia, con la gente que quiero. Fue como lo soñé siempre y más. Elegir a la persona de tu vida, estar segura de lo que estás haciendo… Fue lo mejor… (se le quiebra la voz y, a pedido de la maquilladora, contiene las lágrimas).
-Bueno, ya pasaron dos años desde entonces y está bueno que los vivas así…
-Sí, y sobre todo ahora que lo normal es no casarse. Hoy te vas a convivir y el casamiento es algo mucho más inusual. Pero sí, estoy feliz de la decisión que tomamos.
-¿Cómo te imaginás dentro de diez años?
-Con hijos, seguro. Y trabajando, aunque ya de otra cosa. Me gustaría tener un proyecto propio, quizás relacionado a la nutrición. La verdad es que al haber trabajado desde tan chica no me imagino sólo como ama de casa.

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