sábado, 19 de febrero de 2011

RICKY MARTIN

Ricky Martin, en perfecto equilibrio Ricky Martin, en  
Entrevista con el cantante puertorriqueño.
Desde la suite en el piso 50 del hotel Mandarin Oriental en la Ciudad de Nueva York, se puede ver cómo cae la lluvia sobre el Central Park en una vista magnífica que también alcanza al río Hudson y a un centenar de rascacielos. Pero cuando Ricky Martin entra en la habitación para su entrevista con Selecciones, apenas si mira el impresionante paisaje. Se ha pasado los últimos días yendo del programa de Oprah al Today Show, y de allí a The View, los principales programas en vivo de la televisión diurna estadounidense, para luego firmar cientos de libros durante sesiones masivas en las que sus seguidores hicieron cola por varias horas con tal de pasar un minuto frente a frente con su ídolo.

Y es que después de una larga pausa en la que estuvo retirado de la escena pública, concentrado en criar a sus mellizos, Matteo y Valentino, en recuperar fuerzas y meditar sobre su lugar en el mundo, el puertorriqueño nacido como Enrique Martin Morales ha regresado con la misma pasión de siempre, aquella que lo llevó a convertirse en el rostro del boom latino en los lugares más recónditos del mundo.

A lo largo de la charla, Ricky es pura energía, ya sea que hable de sus tiempos en Menudo o de la silenciosa tarea que realiza con la fundación que lleva su nombre y desde la que lucha contra la prostitución infantil en la India y también reparte instrumentos musicales en las escuelas de Puerto Rico.


Es un hombre que sabe cómo hacer para que no se olviden de él; en marzo de este año interrumpió su silencio para confesarle al mundo su homosexualidad, de lo cual habla en detalle en su libro Yo, la razón de su intenso regreso a la actividad pública. Allí también cuenta cómo se fue desenvolviendo su exitosa carrera, desde los comerciales que hizo de chico, la fama con Menudo y el camino para convertirse en uno de los artistas más reconocidos, más allá del idioma en el que cante. Pero también deja entrever al Ricky privado—Kiki, como le dicen sus amigos— y al papá que se lanzó solo a una aventura para la que muchas veces ni siquiera alcanzan dos. Siempre sonriente y afectuoso, Ricky Martin transmite una enorme paz, la de un hombre pleno que, al borde de los 39 años, ha logrado un equilibrio perfecto entre quién es él en realidad y cómo lo ven los demás.

P: A juzgar por lo que cuenta en su libro, daría la sensación de que está atravesando por el mejor momento de su vida...

R: Totalmente. Sobra decir que soy un hombre muy agradecido. Esta maravillosa vida me ha dado momentos increíbles, tanto en el éxito personal como en el profesional. Me siento bien a un nivel completo, por mis hijos, porque estoy totalmente abierto, y porque por primera vez no tengo miedo de contestar ninguna pregunta.


P: Ahora que ya lo contó, ¿valió la pena haber sufrido tanto? Porque en su libro se nota que lo pasó muy mal...

R: Sí, fue angustiante. Si hubiera sabido que iba a ser tan maravilloso, tan simple, y que me iba a sentir tan bien, lo habría dicho muchos años atrás, pero no fue lo que me tocó. Ya sea por códigos sociales, por lo que representaba en el mundo de la música, por mi cultura, por mi fe, por el miedo que tenía de no ser aceptado, simplemente no podía. Tuve muchísimas oportunidades de decirlo y de acabar con esta verdad, mito o morbo, pero fue ahora y no antes. Me da mucha paz saber que tenía que pasar por todo esto para llegar a donde estoy ahora. Entonces, tenía que ser así: ni antes ni después.

P: Actualmente, en la Argentina y en la Ciudad de México existe el matrimonio igualitario. Hay una mirada totalmente distinta sobre el tema de la homosexualidad de la que existía hace 20 años. ¿Siente que todavía queda mucho por cambiar?

R: Sí, falta mucho. Los estereotipos existen, y lo malo de ellos no es que sean mentira, sino que sólo son la mitad de la verdad. Desafortunadamente, nos apoyamos en los miedos para juzgar a las personas por cómo actúan o cómo viven. Con mi libro no quiero cambiar al mundo. Lo escribí por la necesidad que tenía de liberarme de muchas cosas: necesitaba que dentro de 10, 15 o 20 años mis hijos me conocieran un poco más, supieran por qué cosas tuve que pasar hasta que ellos llegaron a mi vida, y lo que simbolizan en ella como herramienta de cicatrización.

P: Esperemos que para cuando a sus hijos les llegue el momento de leerlo, ya no sea un tema tabú.


R: Eso sería lo ideal, que yo le propusiera el tema a mi hijo y él dijera: “Pero, ¿qué te pasa, papá? ¡Relájate!” Eso sería maravilloso.

P: Hablando de cambiar el mundo y de su propio cambio, ¿qué fue lo que más lo cambió a usted: haber tenido a sus hijos, haber ido a la India y visto la miseria de la manera en que la vio, o haber escrito este libro?

R: Yo no habría podido escribir este libro si no hubiera viajado a la India. Es algo muy extraño, porque si nos dejamos llevar por los capítulos, el último es Adelante, el ocho es Mi momento (sobre mi sexualidad) y el siete es Paternidad, es decir, mis hijos. ¿Por qué la aceptación? Porque tuve a mis hijos. ¿Por qué tuve a mis hijos? Por mi trabajo filantrópico. ¿Por qué empecé mi trabajo filantrópico? Por mis viajes a la India. O sea que todo ha sido muy lógico; una situación fue llevando a la otra, y ese silencio que me di, que me permití, lo sentí en mi viaje a la India, con mi mochila a cuestas, con mi barba de dos meses sin afeitar, y sentándome en el piso para trabajar con los leprosos y colaborar en el rescate de las niñas…

P: Desde los 12 años ha estado expuesto a una vida de lujos. ¿Ese viaje le sirvió para darse cuenta de lo afortunado que era como persona, o ya lo sabía desde antes?

R: Ya lo sabía desde antes. Hubo un trabajo que Menudo hizo con Unicef en Brasil cuando yo tenía 13 o 14 años, que me expuso a una realidad desconocida para mí, y pude valorar lo que tenía en términos materiales. Nuestros representantes querían que conociéramos otra realidad.

P: Fue una buena escuela Menudo, ¿no es cierto?


R: Fue una tremenda escuela. Parecía un circo en ese momento. En verdad era una locura: un día estabas aquí, otro allá... A los 12 años de edad dábamos conferencias de prensa y llenábamos estadios. Fue una cosa bastante surrealista.

P: Como padre, ¿dejaría a un hijo de esa edad irse durante cinco años a recorrer el mundo?

R: Si mis hijos quieren pertenecer al mundo artístico, ¿quién soy yo para decirles que no es bueno para ellos? Yo les voy a compartir mi experiencia y les haré saber lo que pasa si tomas una u otra decisión. Mi mayor deseo es que sean felices, y los apoyaré en todo lo que esté a mi alcance.

P: ¿Cómo hace para ser un papá de tiempo completo y, a la vez, ser Ricky Martin? Podría tener un ejército de mucamas y niñeras, pero lo quiere hacer todo usted...


R: Cuando me voy de viaje cuento con el apoyo de mi mamá, que afortunadamente está conmigo, pero la responsabilidad de mis hijos no es de ella, sino mía, porque esa es la forma en que estructuré a mi familia: yo soy el pilar y tengo que estar al tanto de todo lo que sucede. Aun así, mis hijos no pasan más de tres días sin mí, y gracias al Skype estamos todo el tiempo comunicados.

P: Entonces, las giras enloquecidas de Ricky Martin por todo el mundo, ¿son cosa del pasado?

R: Existen los veranos. Sé que en el futuro mis hijos van a estar conmigo, y que van a viajar; ya tienen sus pasaportes. Tengo a mi madre a mi lado y también a alguien que nos ayuda, pero no soy el único artista que es padre. He aprendido mucho de Céline Dion y de Madonna... Sting viaja con toda su familia. Pero, por otro lado, quiero que mis hijos tengan la experiencia de asistir a un colegio, que estén con 25 niños de su edad, que socialicen, que fortalezcan su instinto de supervivencia, porque eso es parte de la vida.

P: Con dos hijos, ¿cómo es un día en la casa de Ricky Martin cuando papá está en casa?

R: Yo solía ser noctámbulo. Ahora, a las 7:30 u 8 de la mañana ellos ya están despiertos. Desayunamos, nos lavamos los dientes los tres juntos, vemos un poco de televisión y los cambio de ropa. A las 10 o 10:30 vamos al parque, donde corren y sudan. Como al mediodía volvemos a casa, se bañan, comen, toman su leche y luego una siesta de 2 a 4 de la tarde. A las 4 beben jugo, toman una merienda y volvemos a ir al parque. Más o menos a las 8 de la noche los baño, y a las 9 estamos en la cama.

P: ¿Y cómo fueron los primeros días?


R: Muy pesados. Las primeras seis u ocho semanas no quería que nadie me ayudara. Yo les decía a todos que iba a poder solo. Y eso que en el tema de la paternidad para solteros te insisten en que debes aprender a pedir ayuda, pero yo no quería. Si uno de los mellizos se despertaba primero, le cambiaba el pañal, le daba el biberón y le sacaba los gases, hasta que se dormía. Entonces el otro se despertaba, y cuando finalmente se dormía, ya nada más me quedaba una hora, porque el primero se estaba despertando. Es decir, el que no dormía era yo. Varias semanas después, mi madre me dijo que esto no podía seguir así, que parecía un zombi, que debía dejar que me ayudara. Y te puedo asegurar que cuando le dije: “Está bien, mamá, ayúdame”, me quedé dormido.

P: ¿Por qué eligió esta forma de tener a sus hijos? ¿Pensó en otras posibilidades?

R: Sí, está la adopción; investigué un poco sobre eso, y tengo amistades que han pasado por ese proceso tan maravilloso. Luego me topé con el mundo de la subrogación gestacional y me informé, me asesoré con abogados para que no existieran tropiezos en el camino. Conocí a otras personas que habían pasado por esa experiencia con muy buenos resultados. Finalmente, decidí que ese era mi camino. La ciencia nos ha llevado a un lugar tan mágico, que es como decir: “Si existe el microondas, ¿por qué no utilizarlo? Si existe el aire acondicionado, ¿por qué no encenderlo?” Si el día de hoy existe la subrogación gestacional, ¿por qué no considerarla como una opción?

P: Algo que llama la atención en este libro es que, desde un principio, la vida le ha ido presentando grandes oportunidades, aunque siempre estuvo presente una actitud suya de ir por lo que quería…

R: Yo se lo atribuyo al poder de la mente, porque crea unas vibraciones magnéticas que atraen tanto lo bueno como lo malo. Si tú vas por la vida diciendo: “Qué mal estoy”, vas a estar mal. Pero si vas por la vida diciendo: “Éxito, éxito, yo creo que esto sería bueno para mí”, pues te llega. Por otro lado, como digo en el libro: ¿suerte?, ¿cuál suerte? Para tener suerte hay que trabajar mucho en la vida, y de eso sí puedo estar seguro: de las horas que le he invertido a esta carrera. Un día le dije a mi padre: “¿A qué edad se retiran las personas?” “Depende del país —contestó—, pero vamos a ser técnicos: entre los 60 y los 65 años”. “Bueno, papá, entonces a mí me falta tiempo”, comenté. “No—dijo él—, tú ya trabajaste tiempo extra. Tú ya te puedes retirar”.

P: Y si es así, ¿entonces por qué sacar otro disco, primero uno en español y luego otro en inglés?


R: Por masoquismo. No, yo disfruto mucho del escenario; hasta en mis peores momentos, el escenario es un escape. Cuando se convirtió en algo que me pesaba, ahí fue cuando paré, pero yo me divierto mucho con la dinámica que se crea con el público. Me embriaga y me eleva, me envicia y me gusta. Esa es la razón por la que sigo en esto. Personas que yo admiro muchísimo, como Sting y Julio Iglesias, llevan muchos años y siguen en los escenarios. No lo puedo explicar de otra manera: es algo divino.

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