domingo, 2 de octubre de 2011

CELESTE CID

celeste cid para revista hola 2011 Entrevista a Celeste Cid para revista Hola Argentina 2011
Entrevista a Celeste Cid para revista Hola Argentina 2011
En la edición de está semana de la revista Hola Argentina, ha salido una entrevista que le han hecho a la actriz Celeste Cid. Gracias a que han subido un fragmento de la misma a su web, es que se las queremos dejar para que la disfruten!! No se olviden de acercarse a su kiosco de revistas más cercano, si es que desean leer la entrevista completa, para obtener un ejemplar de la revista.
A lo largo de la charla, Celeste Cid (27) habla mucho del hoy, del ahora, del disfrute. Tal vez como una muestra de su valentía por haber dejado atrás un pasado que ella misma define “de mucho dolor”. Está recién llegada de Alemania, donde estuvo trabajando durante tres semanas: filmó una película para la que tuvo que aprender alemán. “Hay muchas técnicas de doblaje, pero yo preferí con la directora Jeanine Meerapfel hacer mis escenas directamente en el idioma original”, cuenta Celeste, como quien siente que pudo superar la prueba con éxito.
–¿Sos muy obsesiva con tu trabajo?
–Sí, muy, aunque me fui curando. Antes me enrollaba con cosas que no tenían tanto sentido y fui aprendiendo a alivianar algunos temas. Tal vez me hacía cargo de ciertas exigencias que está bueno depositar donde tienen que estar.
–¿Vos arrancaste en la televisión a los 12 años?
–Sí, yo no tenía ninguna referencia, ni ninguna cercanía familiar con la actuación. Creo que fue una inquietud de mi niñez, de buscar un camino más allá del colegio. Me presenté a un casting de 14 mil chicos y pienso que fue medio azaroso que yo haya quedado entre los seis elegidos.
–Empezaste de muy chica, ¿sentís que tuviste que reelegir tu profesión en algún momento?
–Los primeros diez años trabajé sin parar, entonces en un momento sentí como un cansancio precoz. Por suerte, siempre hice cosas paralelas: como mi libro de fotografía, mis horas de lectura y la música. Tengo mi piano desde los 13 años, que me permitió abrir un caminito que no es muy conocido ni pretendo que lo sea. Un mundo que comparto sólo con mis amigos y con gente que fui conociendo y con quienes nos juntamos a tocar. Sí es cierto que hubo un momento en el que estaba un poco enojada con ciertas cosas, con ciertas exigencias del deber ser.
–El deber ser la mejor, la más prolija de todas…
–Tal cual, tuve una reacción contra eso. Después me di cuenta de que tuve que atravesar ese enojo para crecer. Es agotador sentir que estás siempre expuesta. Había algo de: “¡Qué cara tiene Celeste!”, “¡Qué linda que sos!”, algo que yo nunca terminé de creer, pero me molestaba bastante. Cuando te alimentan tanto esa parte, dejan de verte como una actriz que se prepara, que hace cursos… Se suponía que mi rol no era el del gran despliegue actoral.
–Algo así como: “Vos sólo hacés de linda”.
–Claro, y cuando querés abrirte un poquito para hacer otra cosa, no te dejan. ¡Para eso ya hay otra persona! Entonces me agarró esta rebelión que te digo y cometí errores.
–¿Cómo fue ser mamá a los 20?
–Siento que tener un hijo a los 20, hoy se ve como algo extraño. Pero pensemos en la época de nuestras madres y abuelas, por ejemplo: a los 18, muchas ya estaban casadas… A mí me hizo muy bien la maternidad. Igualmente es probable que si tuviera un hijo ahora, hay ciertas cosas que las haría de otra manera.
–¿Por ejemplo?
–El no saber muy bien para dónde ir y sentir que un hijo te ayuda a tener un anclaje, cuando en realidad el niño no tiene la responsabilidad de tener que darte ese anclaje. El mando lo tiene que llevar siempre uno.
–¿Qué trajo André a tu vida?
–Su inocencia, su conocimiento natural de los sentimientos, la claridad que tiene para ver muchas cosas.
–¿Más que vos?
–No sé si más. Trato de no competir en eso con él, porque, si no, me deprimo [se ríe a carcajadas]. Los chicos son muy literales, lo que les pasa les pasa y no están preguntándose todo el tiempo por qué les sucede tal cosa. Lo manifiestan y punto. Sus necesidades son muy primarias y eso es perfecto porque al final te das cuenta de que te pasás toda la vida buscando lo más básico y en realidad ya lo tenías.
–¿Qué más te enseñó tu hijo?
–Me enseñó de horarios y rutina, algo que a mí me cuesta un montón porque soy bastante dispersa, volátil. Seguir sus horarios, su colegio, su hora de ir a la clase de fútbol… Eso es una estructura que me permitió construir, si no todo es un caos. Por eso, volver a mi casa siempre es perfecto.
–¿Qué cosas de tus padres juraste que no ibas a repetir con André y ahora te encontrás haciendo?
–Es probable que todo. Es muy difícil salirse de eso. Muchas veces decimos: “Tal cosa no la voy a hacer”, y en algún momento te terminás amigando con eso y hacés lo mismo. La mirada del mundo que tenemos está muy influenciada por esa primera mirada que nos dieron nuestros padres.
–¿Cuántos hermanos tenés?
–Dos: Sebi y Lucas. Yo soy la del medio.
–¿Qué hay de cierto que el hijo del medio es el más problemático?
–¿Lo decís por mí? [Se ríe.] Creo que hay una cosa que funciona así: el primero sigue mucho a los padres, es el que padeció las primeras experiencias; y el segundo es el chivo expiatorio y tiene más voz que el primero. Quizás hay ciertas cosas que el primer hijo calla, o está más a merced de sus padres creyendo que así jamás va a lastimarlos. En cambio, el segundo tiene un poco más de impunidad.
–Pasemos a otro tema, ¿cómo fue cuando Adrián Suar te llamó para hacer Para vestir santos?
–Eso fue muy bueno porque yo venía de un momento muy malo de salud, un momento difícil, y saber que él me esperaba con ese proyecto fue muy lindo. Yo sentía que tenía una meta. Adrián se portó muy bien conmigo.
–¿Vos lo sentiste como una revancha?
–Algo así. Yo venía de hacer una película en 2009, porque nunca dejé de trabajar, pero en lo que tuvo que ver con la televisión, fue una gran propuesta. El año pasado fue uno de los mejores años de trabajo para mí, de sentirme muy bien y de poder disfrutar de lo que estaba haciendo.
–Además de tu gran trabajo en el unitario, también se habló mucho de tus kilos de más
–Sí, y me causaba mucha gracia. Igual tuve momentos en que me dio cierto temblorcito, porque te moviliza que te miren como preguntándose qué le pasó a esta chica. Bueno, pasan los años, pasa la vida, ¿no? Por suerte, pude usar a mi favor mis quince kilos de más y los puse a disposición del personaje. ¿Qué iba a hacer? ¡¿Fajarme?! Bueno, me tocó ser la gordita simpática. Me comí todo lo que había… Ahora volví a mi peso, pero conozco mucho de gastronomía, te puedo recomendar lugares donde se come rico: me volví experta en todo tipo de comidas [carcajadas.]

El año pasado confesaste públicamente tu problema de adicción, ¿fue un impulso irrefrenable o una manera de exorcizar el tema?
–Se decían muchas cosas y elegí contar lo que me había pasado, porque sé que hay mucha gente que atraviesa por lo mismo que yo y siempre se habla del tema en voz baja. Es muy sabio reconocer que uno tiene un problema… Es una enfermedad y el primer paso para sanarse es asumir el problema que uno está atravesando y entender que se puede salir. Es necesario tener contención y también hacer un gran esfuerzo, porque si tenés contención y no tenés ganas de salir, no salís. Me parece sanador contar que atravesé un momento en el que me perdí.
–¿Cuándo te diste cuenta que estabas perdida?
–Tampoco fue tan largo el período, ¿eh? Fue todo muy rápido. Pero hubo gente que estuvo y que está muy cerca de mí, y me di cuenta de que ellos necesitaban que yo estuviera bien y fue una decisión sana internarme. La verdad es que viví situaciones de mucho dolor. Los que te ven de afuera suelen pensar que estás viviendo la vida loca. Cuando estás metido pensás que la pasás divino, pero es todo una ilusión. Te puede llevar más o menos tiempo, pero es necesario atravesar ese dolor porque sólo así se acomodan cosas que estaban desprolijas, sin lugar, sin orden. Tal vez para que nos caiga una ficha necesitamos sólo un segundo, pero para llegar a ese segundo hay que transitar muchas cosas, muchos vericuetos.
a esta chica. Bueno, pasan los años, pasa la vida, ¿no? Por suerte, pude usar a mi favor mis quince kilos de más y los puse a disposición del personaje. ¿Qué iba a hacer? ¡¿Fajarme?! Bueno, me tocó ser la gordita simpática. Me comí todo lo que había… Ahora volví a mi peso, pero conozco mucho de gastronomía, te puedo recomendar lugares donde se come rico: me volví experta en todo tipo de comidas [carcajadas.]
–El año pasado confesaste públicamente tu problema de adicción, ¿fue un impulso irrefrenable o una manera de exorcizar el tema?
–Se decían muchas cosas y elegí contar lo que me había pasado, porque sé que hay mucha gente que atraviesa por lo mismo que yo y siempre se habla del tema en voz baja. Es muy sabio reconocer que uno tiene un problema… Es una enfermedad y el primer paso para sanarse es asumir el problema que uno está atravesando y entender que se puede salir. Es necesario tener contención y también hacer un gran esfuerzo, porque si tenés contención y no tenés ganas de salir, no salís. Me parece sanador contar que atravesé un momento en el que me perdí.
–¿Cuándo te diste cuenta que estabas perdida?
–Tampoco fue tan largo el período, ¿eh? Fue todo muy rápido. Pero hubo gente que estuvo y que está muy cerca de mí, y me di cuenta de que ellos necesitaban que yo estuviera bien y fue una decisión sana internarme. La verdad es que viví situaciones de mucho dolor. Los que te ven de afuera suelen pensar que estás viviendo la vida loca. Cuando estás metido pensás que la pasás divino, pero es todo una ilusión. Te puede llevar más o menos tiempo, pero es necesario atravesar ese dolor porque sólo así se acomodan cosas que estaban desprolijas, sin lugar, sin orden. Tal vez para que nos caiga una ficha necesitamos sólo un segundo, pero para llegar a ese segundo hay que transitar muchas cosas, muchos vericuetos.
–¿Qué lugar ocupó tu hijo en la recuperación?
–¡André fue fundamental! Su alegría, su vitalidad, sus ganas de todo me ayudaron muchísimo.
–¿Te apoyaste mucho en él?
–En realidad, traté de que André no fuera mi sostén porque yo estoy para sostenerlo a él. Mi rol de mamá siempre estuvo intacto y creo que eso fue lo que hizo que mi problema no saliera a la luz tan rápido.
–Lo que quise decir es si fue principalmente por André que decidiste internarte…
–Por él, por mí y por su papá también, con el que tenemos una muy buena relación. Hoy me siento muy bien y estoy muy pendiente de Alu, como cualquier mamá.
–¿Por qué “Alu”?
–Porque cuando era chiquito le decíamos Andru y como a él no le salía, decía que se llamaba Alu.
–Celeste, ¿sabés que tu nombre significa “la que viene de los cielos”?
–Sí, sabía…
–¿Y en qué cosas te sentís identificada con ese significado?
–Creo que siempre voy y vuelvo al cielo a visitar a alguien. Me interesa mucho el plano celestial, los astros. Estudié astrología y estuve a punto de empezar astronomía. Me intrigan las constelaciones, los planetas, esos movimientos. Dicen que la música proviene de los movimientos de los planetas que generan vibraciones y que repercuten en el oído en forma de música. Los libros de astronomía me parecen más realistas que los
de política.
–¿Qué cosas te motivan hoy?
–Mi hijo, su vida, sus cosas, el trabajo, la tira que voy a hacer el año que viene con Gonzalo Heredia.
–¿Tenés un sueño recurrente?
–No, generalmente no me acuerdo de los sueños. Tal vez sueño con cosas que después las vivo con cierta realidad. Quizá me encuentro con una persona y le digo “¿viste eso de lo que hablamos?”, y en realidad pasó todo en mis sueños.
–Antes de tu partida a Alemania, hubo un fuerte rumor de que estabas embarazada.
–Sí, cuando tenga una pareja con seriedad, me gustaría.
–¿Estás en pareja ahora?
–No.
–¿Te reconocés una mujer complicada para el amor?
–No me reconozco complicada para el amor… Bueno, quién no lo es, ¿no? Tengo mis vericuetos como cualquier persona, pero no soy particularmente problemática cuando tengo en claro las cosas que quiero con el otro.
–¿Te llevás bien con la soledad?
–Me llevo muy bien. Hoy me llevo muy bien con la soledad sería un buen título, ¿no? [Se ríe.] No, no, mejor poné: “Hoy prefiero estar sola pero contenida”. [Carcajadas.]
–¿Es cierto que cuando tenías 5 años escribiste en tu diario íntimo: “Hoy cumplo mis últimos cinco años”?
–Fue un momento de sinceridad, como ver el vaso medio lleno y medio vacío. Puede parecer una frase muy dark, pero me parece que si sabés que hay vida también tenés noción de que hay muerte. Valoro mucho estar viva, pero también sé y siempre supe que la vida en algún momento se acaba.
–¿Cómo te imaginás dentro de 20 años?
–Me cuesta mucho verme en el tiempo que viene. Me parece que el verdadero deseo tiene que estar en ir creando el ahora muy de a poquito, porque lo que está por venir va a ser una consecuencia de esto. Durante mucho tiempo estuve muy preocupada por lo que venía y me perdía lo que estaba pasando. Filosofía oriental y zapatos de esponja. Hoy quiero estar un poco más acá, en lo cotidiano. Siempre fui responsable, pero tal vez me responsabilizaba de cosas que no eran propiamente mías. Eso fue lo que me estaba haciendo ruido y me olvidé de mi propia estructura y de cosas que hoy siento que estoy logrando, que estoy consiguiendo, a las que les estoy prestando más atención. Es como tener una flecha y apuntarla en la dirección elegida.
–¿Te gustaría volver a enamorarte?
–Si, claro, pero hoy estoy perfectamente sola. Eso sí, ya volveré a las pistas y seré millones. [Se ríe.]

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