lunes, 11 de enero de 2010

SOFIA LOREN

Vuelve a Italia y rueda, de nuevo a las órdenes de De Sica, Boccaccio 70 (1961) y Los secuestrados de Altona (1962), dos películas con ambición de calidad, dentro de un cine europeo que empezaba a perder la batalla frente al norteamericano, entre otros motivos por ir enfocado más a un público intelectual que al mayoritario; el cine europeo, en definitiva, estaba bien considerado por la crítica, aunque se le tachaba de ser demasiado coyuntural. En estas fechas regresa al cine espectáculo con La caída del Imperio Romano (1964), una nueva producción Bronston dirigida por Anthony Mann.

A finales de los sesenta y durante los setenta trabajó en una serie de películas italianas que tuvieron buena acogida de público. La Loren se había convertido en una auténtica estrella, que podía permitirse cualquier tipo de papel y cuyo trabajo se situaba más allá de las críticas, que solía juzgarla por encima de muchos de los títulos en los que encarna a la protagonista. Era “una gran dama”; tenía más de cuarenta años y su físico se había tornado elegante. No recordaba ya a la muchacha de las fotonovelas de sus comienzos. Pero, además, era una excelente actriz. Entre las películas de este periodo se pueden citar Los girasoles (1969), de Vittorio de Sica, Mortadela (1971), de Mario Monicelli, y la excelente Una jornada particular (1977), de Ettore Scola.

A finales de los años ochenta se redujo su participación en películas, pero mantuvo su popularidad y fama entre una sociedad que la ha convertido en uno de sus símbolos de referencia. En 1994 apareció junto a Marcello Mastroianni en Prêt-a-porter, una película de Robert Altman, con bastante malos resultados en taquilla, a pesar de contar con un gran número de actores “comerciales” provenientes del cine estadounidense, pero que, con todo, no deja de ser una especial crítica de muchos de los tics del mundo de la moda.

Sophia Loren fue la gran diva del cine europeo y el prototipo de la belleza mediterránea, pero, también, una mujer que supo recorrer un camino que le llevó de la simpática vulgaridad a ser considerada una gran señora del mundo del cine. Además del Oscar, obtuvo el Cesar honorífico del cine francés. En 1994 fue galardonada con un Globo de Oro y en 1995 recibió el Nastro de Argento italiano. En 1997 se le otorgó la Orden de “Caballero de la República” de manos del presidente italiano Oscar Luigi Scalfaro, lo que sumía en el olvido los años en que fue juzgada y hasta encarcelada por evasión de divisas.

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