sábado, 4 de febrero de 2012

HISTORIA S DE AYER

Cuando era niña, mi madre me compró una colección de cuentos clásicos que me leía casi todas las noches antes de dormir. Así, conocí historias como Rapunzel, El Sastrecillo Valiente, El Nuevo Traje del Rey, Simbad el Marino, Juan y las Habichuelas, y muchos etcéteras que llenaron mis noches infantiles de mágicos relatos sin fin. Mi sacrosanta madre disfrutaba igual que yo de aquellos cuentos, modulaba las voces de los protagonistas haciéndome sentir en medio de ellos, a mi me parecía que ella leía mucho mejor que las chicas que decían las noticias en la tele ... lo recuerdo tan claro como si hubier sido ayer. Todos los cuentos tenían algo en común, estaban situados en épocas medievales en los que sus personajes centrales siempre fueron reyes, pricesas, súbditos, apuestos caballeros enfundados en fuertes armaduras y harapientas sirvientas que luego se convertían en hermosas doncellas. Esa era la clave, a mi madre le gustaba soñar con ese mundo de la realeza que a nuestros ojos se veía tan lejano y sobrenatural.

Ya más mayor cuando pude leer, me dí cuenta que ella no solo soñaba con aquellos cuentos ficticios, mi casa estaba llena de revistas en las que sus páginas mostraban fotografías con castillos, reinas, príncipes y princesas de carne hueso. En su mesita de noche podía encontrar revistas como    vanidades, burn Hogar,Hola Kena,Cosmopolitan y toda clase de publicaciones un tanto frívolas con las que ella pasaba largas horas en sus ratos libres. En aquel entonces no había "prensa rosa" (que en realidad debería llamarse "prensa amarilla") que destrozara reputaciones y gustos sexuales de los personajes públicos, todo se remitía a conocer las mansiones y castillos de las figuras públicas de la realeza o verdaderos Jet Setters. No había famosos de petatillo que debieran su popularidad a escándalosos pasajes de drogas y sexo, a lo mucho las princesas rebeldes protagonizaban episodios "incómodos" por relacionarse con plebeyos siempre bajo la desaprobación de sus reales padres.

Los artistas de cine, radio y televisión eran harina de otro costal, no importaba cuán buenos fueran en los suyo o los millones de dólares en sus cuentas bancarias, jamás brillaban en las cenas de gala como Diana de Gales o Magdalena de Suecia por muchas historias tristes que hubiera detrás de sus costosísimas tiaras. El mundo del famoseo era una élite de personajes fantásticos, casi etéreos. No había Britneys a quien perseguir para ver su entrepierna sin ropa interior, no había futbolistas comiéndole la boca en forma grotesca a una modelo de pasarela, ni anónimas azafatas saltando a la fama por haber tenido sexo en un guardaropa con el deportista mas rico del mundo. Tampoco había videos robados de escenas sexuales más que escabrosas, ni fotografías retocadas con Photoshop para ocultar los estragos de las disipadas vidas de esos íconos del papel cuché. Hoy el panorama es más que distinto, es vergonzoso.

Así fué que yo también me hice adicta a ésas revistas de chismes de la realeza y famosos internacionales, nunca en mi vida imaginé ni en sueños, la posibilidad de conocer en vivo y a todo color esos castillos y lugares que muchas veces pude acariciar con mis manos de niña. De hecho, muy cerca de mi casa está el castillo de los Habsburgo, la mismísima casa de la que Maximiliano y Carlota emigraron directo al de la ciudad de México. De todas aquellas revistas que recuerdo, se puede decir que solo quedan algunas que siguen publicando con la misma línea de respeto y tradición lo relacionado con éste tema tan banal, para mí Hola  es la única rescatable y la que puedo conseguir.

Al principio de venir a vivir acá, compraba semanalmente la edición española de  Hola  (porque ahora hay algunas ediciones internacionales) que se importa aquí, pero poco a poco dejé de hacerlo por muy diversas razones: primero por el precio, es un robo lo que cuestan en francos suizos cuando uno compara su costo en España. Luego me di cuenta que las más de las veces, solo me entretenía con las preciosas fotos y uno que otro reportaje. Después lanzaron la versión digital y, para gusto de mi monedero, ya no me hizo falta ir al quiosco por ella. Pero la mercadotencia rules y al ver el éxito de su versión electrónica, lo hicieron de pago y ahí me dolió el codo de nuevo. Hace mucho que no entraba a su página, hoy se han modernizado un poco y aunque la política de cobro sigue, se puede ver mucho más contenido gratis.

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