Nació para ser bella... y un poco triste. Porque la vida le ha dado cal y arena, luces y sombras que han perfilado su rostro. Un rostro amado por miles de monegascos y demás habitantes de un planeta que ama la belleza. Carolina de Mónaco, con ese aire de estrella de Hollywood que heredó de la mítica Grace Kelly, lleva décadas iluminando el papel cuché con su sonrisa... y ese toque de nostalgia.
Su vida se haya indisolublemente unida a un pequeño Estado de Europa. Mónaco es un sueño con una Princesa real extremadamente bella y elegante. Tanto que su rostro ha iluminado cientos de portadas de revistas del mundo entero. Porque su vida no ha sido todo lo onírica que hubiera debido ser. La fatalidad se ha topado en más de una ocasión con una Princesa que mira de frente y espera que la mala fortuna se aparte, definitivamente, de su vida.
Aquella niña guapa a rabiar, impecable en cada una de sus apariciones, elegante de la escuela de su madre (la mítica Grace Kelly), con los años se vio rota por una cadena de acontecimientos que parecían no tener fin. Cuando la novia de Europa salió de palacio (y de la atenta mirada de una madre exigente y tierna), se marchó rumbo a París para estudiar Filosofía. El ambiente universitario, y las fiestas en la noche, la hicieron conocer a Phillipe Junot. Se casó el 29 de junio de 1978. Dos años más tarde, se rompió aquel matrimonio del que más de uno había realizado ya la crónica de una separación anunciada.
La desaparición de los seres queridos
Cuando la joven Princesa apenas lograba superar su separación, un terrible accidente de automóvil acabó con la vida de su madre, la muy querida Gracia de Mónaco. Era el 13 de septiembre de 1982. Y la familia real monegasca sintió que algo se había roto definitivamente. Para siempre.
Carolina supo ver que a pesar de la tragedia, la vida continuaba y sus ganas de vivir podían ayudar a su padre, el príncipe Rainiero, hundido por la muerte de su mujer, a continuar ejerciendo su papel de rey de Mónaco. La Princesa, tras una breve relación con Robertino Rossellini y Guillermo Vilas, volvió a encontrar el amor de la mano del multimillonario italiano Stefano Casiraghi. Se casaron por lo civil el 29 de diciembre de 1983. Tuvieron tres hijos: Andrés Alberto Casiraghi (8 de junio de 1984); Carlota (3 de agosto de 1986); y Pierre (5 de septiembre de 1987). Entonces volvió a ocurrir. La muerte asaltó el corazón de Carolina y la dejó sin su marido el 3 de octubre de 1990. Stefano luchaba en la mar por convalidar su título de campeón del mundo de off-shore. Una ola traicionera acabó con su vida.
Carolina sacó fuerzas de lo más profundo de su ser por sus hijos (el mayor, Andrea, quedó tan impresionado por la muerte de su padre que hubo de ser tratado psicológicamente). Se retiró de la vida social y vivió en la Provenza con sus hijos. En estos años mantuvo una estrecha relación con el actor francés Vincent Lindon. Poco a poco el dolor se fue mitigando y Carolina volvió a resurgir como princesa de Mónaco, papel que nadie olvidó que le correspondía a ella. En 1999 rehizo su vida junto a un amigo de toda la vida el príncipe Ernesto Augusto de Hannover, duque de Brunswick y Luneburg, en el Palacio de Mónaco. Su hija Alejandra, fruto de este matrimonio, y una inyección de alegría en la ajetreada vida de una princesa bella.
Sin embargo la perdida de otro ser querido, su padre, le sorprendería tan solo seis años después. El príncipe Rainiero, a punto de cumplir 82 años, fallece el 6 de abril de 2005 por “degradación progresiva de sus funciones vitales”. Tras tres meses de luto oficial, en julio de 2005, Alberto de Mónaco se sienta al frente del diminuto estado mediterráneo, convirtiéndose así convierte en trigésimo primer Grimaldi que accede al trono detentado por su familia desde hace 700 años.
Carolina, quien ejerce el papel de primera dama del principado, sufriría en los años posteriores una perdida más y una nueva separación. La primogénita pone fin a su matrimonio con Ernesto de Hannover en el año 2009 aunque no emiten ningún comunicado oficial sobre esta separación, a pesar de que el Príncipe de Hannover abandona el hogar conyugal.
En 2010, Carolina de Mónaco se despide uno de sus grandes seres queridos, su tía, la princesa Antoinette, quien fallecería en marzo de dicho año a los 90 años de edad tras una larga hospitalización en el Centro médico Princesa Grace
Aquella niña guapa a rabiar, impecable en cada una de sus apariciones, elegante de la escuela de su madre (la mítica Grace Kelly), con los años se vio rota por una cadena de acontecimientos que parecían no tener fin. Cuando la novia de Europa salió de palacio (y de la atenta mirada de una madre exigente y tierna), se marchó rumbo a París para estudiar Filosofía. El ambiente universitario, y las fiestas en la noche, la hicieron conocer a Phillipe Junot. Se casó el 29 de junio de 1978. Dos años más tarde, se rompió aquel matrimonio del que más de uno había realizado ya la crónica de una separación anunciada.
La desaparición de los seres queridos
Cuando la joven Princesa apenas lograba superar su separación, un terrible accidente de automóvil acabó con la vida de su madre, la muy querida Gracia de Mónaco. Era el 13 de septiembre de 1982. Y la familia real monegasca sintió que algo se había roto definitivamente. Para siempre.
Carolina supo ver que a pesar de la tragedia, la vida continuaba y sus ganas de vivir podían ayudar a su padre, el príncipe Rainiero, hundido por la muerte de su mujer, a continuar ejerciendo su papel de rey de Mónaco. La Princesa, tras una breve relación con Robertino Rossellini y Guillermo Vilas, volvió a encontrar el amor de la mano del multimillonario italiano Stefano Casiraghi. Se casaron por lo civil el 29 de diciembre de 1983. Tuvieron tres hijos: Andrés Alberto Casiraghi (8 de junio de 1984); Carlota (3 de agosto de 1986); y Pierre (5 de septiembre de 1987). Entonces volvió a ocurrir. La muerte asaltó el corazón de Carolina y la dejó sin su marido el 3 de octubre de 1990. Stefano luchaba en la mar por convalidar su título de campeón del mundo de off-shore. Una ola traicionera acabó con su vida.
Carolina sacó fuerzas de lo más profundo de su ser por sus hijos (el mayor, Andrea, quedó tan impresionado por la muerte de su padre que hubo de ser tratado psicológicamente). Se retiró de la vida social y vivió en la Provenza con sus hijos. En estos años mantuvo una estrecha relación con el actor francés Vincent Lindon. Poco a poco el dolor se fue mitigando y Carolina volvió a resurgir como princesa de Mónaco, papel que nadie olvidó que le correspondía a ella. En 1999 rehizo su vida junto a un amigo de toda la vida el príncipe Ernesto Augusto de Hannover, duque de Brunswick y Luneburg, en el Palacio de Mónaco. Su hija Alejandra, fruto de este matrimonio, y una inyección de alegría en la ajetreada vida de una princesa bella.
Sin embargo la perdida de otro ser querido, su padre, le sorprendería tan solo seis años después. El príncipe Rainiero, a punto de cumplir 82 años, fallece el 6 de abril de 2005 por “degradación progresiva de sus funciones vitales”. Tras tres meses de luto oficial, en julio de 2005, Alberto de Mónaco se sienta al frente del diminuto estado mediterráneo, convirtiéndose así convierte en trigésimo primer Grimaldi que accede al trono detentado por su familia desde hace 700 años.
Carolina, quien ejerce el papel de primera dama del principado, sufriría en los años posteriores una perdida más y una nueva separación. La primogénita pone fin a su matrimonio con Ernesto de Hannover en el año 2009 aunque no emiten ningún comunicado oficial sobre esta separación, a pesar de que el Príncipe de Hannover abandona el hogar conyugal.
En 2010, Carolina de Mónaco se despide uno de sus grandes seres queridos, su tía, la princesa Antoinette, quien fallecería en marzo de dicho año a los 90 años de edad tras una larga hospitalización en el Centro médico Princesa Grace
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