jueves, 31 de mayo de 2012

CARLOTA CASIRAGHI

MADRID.- Poco hay más atractivo para la literatura, el cine o la prensa que la relación madre-hija. Nos gusta que se quieran y reflejen, pero también nos atrae que se distancien y disgusten. Seguramente para obsequiarla con algo importante, Carlota Casiraghi ha regalado a su madre, Carolina de Mónaco, cumpleañera esta semana, el escándalo de su supuesto nuevo noviazgo.
                Carlota siempre gustó, desde que a los seis años apareciera en las festividades de Santa Devota con una minicartera Chanel hecha a su infantil medida. Antes que las grandes marcas descubrieran el filón for kids, Carlota fue la modelo pionera. Siempre ha tenido esa boquita, deliciosa en su infancia y trémula el resto de su vida. Siempre ha parecido un sueño como princesa e hija, delicada e hípica, imponente y distante, nacida rica y sabiéndose rodear de talento y belleza para el resto de sus días.
Tres veces la he visto de cerca. En Colette, la tienda parisiense donde se vende lo que estará de moda cuando al fin salgamos de la crisis, acompañada de su madre. Las dos compartiendo un diálogo en ultrasonido inaudible sobre las prendas expuestas o sobre cómo hablar en público cuando todo el mundo te mira. La segunda vez fue en el almuerzo posterior al Baile de La Rosa, donde Almodóvar y compañía habían sido invitados de honor y tema de la gala.
Su madre ofreció un lunch a los invitados españoles profuso en pescado y cosas del mar, vinos y la presencia de los hermanos Casiraghi. Carlota se mantuvo oculta entre sus amigos, subida a una grada al final del espléndido salón, mirándonos como si fuera uno de los pájaros en la película de Hitchcock.
La tercera vez, en la fiesta de Vanity Fair en Cannes, más habladora, más alta, más deseada. Andrés Velencoso suspiró brevemente: "Es la auténtica princesa". Ahora se siente perseguida porque, según Paris Match, ha cambiado de novio. Dejó a su casi prometido, Dellal, de una familia amiga de sus padres, rico y contemporáneo, por un actor, Gad Elmaleh, de 40 años, y que ha desatado las comparaciones con su madre. Porque la diferencia de edad se parece a la que tuvieron Carolina y Philippe Junot cuando se casaron en 1978 para divorciarse rápidamente en 1980.
Pero la comparación más atractiva es que este nuevo amor recuerda al romance de mamá Carolina con el galán francés Vincent Lindon. Recordemos que, desolada, la viuda Carolina se refugió en la Provenza junto a sus hijos a principios de los noventa. Se enamoró poco a poco de Lindon, que hizo el papel de primer segundo padre de los pequeños Casiraghi.
Ahora, con 25 años, Carlota quiere vivir la experiencia del varón maduro, del papi recuperado, y toda la prensa del corazón la sigue. Ella sale y entra de la casa de su nuevo amor vestida como si cada noche fuera el mismo día, sonriente al alba y deslizándose al atardecer.
Carlota está ciega de amor, mientras Rajoy y los suyos acusan miopía para equilibrar lo que ya no tiene balance. Desolados ante la agonía de nuestra economía, necesitamos esta principesca chispa de la vida en este agobiante panorama de recesiones y cruceros semihundidos, varados, como si el Mediterráneo estuviera tan cansado que ni siquiera tuviera fuerzas para tragar.
Carlota se queja del seguimiento, pero el principado de Mónaco secretamente lo agradece. Porque aparta el foco de atención de una realidad incómoda: el paro también ha crecido en Mónaco. Sí, hasta rozar el 1%, sin duda un mal dato en un país donde sus habitantes son millonarios. Justo lo que nos faltaba para desesperarnos: ¿y si Mónaco se hunde en una crisis de millonarios en paro?
Las persecuciones a mujeres siempre han vendido. Carlota intenta hacer en esta precisa semana lo que inició Telma Ortiz, hermana de la princesa de Asturias, que llevó a los tribunales a toda la prensa del corazón. Telma no ganó el juicio, pero consiguió su objetivo: sostener la fantasía de ser normal. ¿Qué irá a pasar ahora con la vicepresidenta Santamaría, perseguida y señalada por el clero por estar felizmente casada por lo civil?
A pesar de manifestar que sus declaraciones fueron hechas en privado, el obispo Blázquez no gusta de la idea de Soraya pregonera en Semana Santa sin estar casada por la iglesia. Soraya, que calcula los minutos en sus comparecencias para dejar sin derecho a réplica a los otros políticos, tendrá un pregón muy anticipado. ¿Explicará en el mismo de qué va la reforma profunda de la justicia? ¿Tendremos boda en Valladolid y un asombroso torneo de peinetas entre las ladies del partido? Soraya tendrá que vestir el velo y aceptar la cruda realidad del blanco roto en su atuendo nupcial. Luego le será más fácil aceptar otras exigencias del clero. Poco podemos hacer los que pensamos que el matrimonio civil es casi perfecto. Pareciera que los arzobispos se están organizando y Soraya y los de vida desordenada estamos en la diana. Solo podemos decir, tanto a ella como a la Carlota: si te casas, te embarcas.
También se confirma esta semana que muchos hablan de lo que no saben. Los obispos, de sexo; los economistas, de economía, y el presidente, de nada, sigue callado como una princesa. Saber de todo es innecesario. Por eso, Carlota reina en las portadas, porque hace lo que mejor sabe: vivir.

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