"El negro es muy austero, las mujeres tienen ganas de color porque la vida ya es bastante triste", aseguró a Efe el diseñador Eric Tibusch, quien presentó una colección estival con trajes rosa fucsia, amarillo y verde pistacho, entre otras tonalidades.
Chanel se volcó en los tonos pastel y por primera vez en su historia Karl Lagerfeld creó una colección "sin un sólo vestido negro ni azul marino", según declaró a Efe.
Christian Dior optó por una paleta luminosa y contrastada, de rosas, salmones, frambuesas, violetas, verdes y amarillos, combinados entre sí, o con grises y blancos rotos.
Giorgio Armani se dedicó a las tonalidades muy claras y nacaradas, sin por ello dejar de proponer a sus clientas modelos de infalible negro y marino nocturno.
Otras figuras de las pasarelas de París, como Christophe Josse, optaron por colecciones mixtas en el terreno del color, mientras que Franck Sorbier tiñó de negro 15 de los 16 modelos de su colección estival de lujo, dejando el blanco exclusivamente para el traje de novia.
Las materias primas más nobles y costosas, como seda, satén, organza y tul volvieron a tomar la alta costura parisina, donde los juegos de transparencias se rindieron a la imaginación, mostrando lo justo.
Bordados y pedrerías, esenciales en estas lides de la moda, mantuvieron su considerable presencia, aunque también dejaron espacio a innovadores "leitmotiv" como las manchas de pintura de Stéphane Rolland, o las cintas que envolvieron buena parte los modelos de la colección de Éric Tibusch y de Jean Paul Gaultier.
De hecho, Gaultier, con una colección inspirada en México fue uno de los pocos en atreverse con los tejidos estampados, étnicos, muy adaptados al tema escogido.
La muselina envolvió las evocadoras ninfas del modisto libanés Elie Saab. Volantes y plumas se fundieron con los vestidos, para añadir un punto de alegría y exotismo en colecciones como la de Givenchy.
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