El 5 de agosto de 1962, la actriz estadounidense
Marilyn Monroe, el gran mito erótico de los años cincuenta, fue hallada
muerta en su casa de Hollywood. Aunque el forense dictaminó que la
actriz se había suicidado con una sobredosis de somníferos, las causas
de su muerte permanecen aún confusas; se apreciaron algunas
contradicciones en el informe médico de su trágico fin. Las dificultades
profesionales y su agitada vida sentimental parecieron estar en el
origen de su muerte. En cualquier caso, la jovialidad y el vivir
desenfrenado y despreocupado que muchas veces había representado en el
cine y fuera de él se corresponden poco con el verdadero perfil de su
vida, marcada por las contradicciones y los complejos de una niñez y una
juventud desgraciadas, seguidas después de un éxito arrollador al que
no supo hacer frente, ni siquiera cuando creyó encontrar, junto a
personalidades como Arthur Miller, la estabilidad y la seguridad que
persiguió durante toda su vida.
Marilyn Monroe en una imagen de 1953
Marilyn
Monroe, de verdadero nombre Norma Jean Baker (o Norma Jean Mortenson,
apellido de su padrastro), nació el 1 de junio de 1926 en Los Ángeles,
en el estado norteamericano de California. Hija de Gladys Baker, quien
nunca le comunicó la identidad de su padre, su primera infancia fue muy
dura. Su madre la dejó en manos de un matrimonio amigo hasta que cumplió
siete años; entonces se la llevó a vivir consigo. Pero un año más tarde
Gladys fue internada en un sanatorio psiquiátrico en el que se le
diagnosticó una esquizofrenia paranoide, enfermedad que luego Marilyn
creería haber heredado, especialmente cuando era internada por sus
frecuentes depresiones. Su infancia y adolescencia transcurrieron entre
un orfanato (en el que ingresó a la edad de nueve años y trabajó como
ayudante de cocina), la casa de sus abuelos y las de varias familias que
la adoptaron. En una de estas casas de acogida sufrió al parecer abusos
sexuales por parte del cabeza de familia cuando contaba ocho años.
Nada
hacía pensar que Norma Jean tuviera una futura carrera como actriz, ni
tan siquiera el hecho de que su madre, una mujer extraordinariamente
atractiva, hubiera trabajado durante un tiempo como montadora de
negativo en Consolidated Film Industries. Marcada por la inestabilidad
emocional y la pobreza, a los dieciséis años, tras abandonar sus
estudios, se empleó en una planta de construcción de aviones. En la
misma fábrica conoció a un mecánico de 21 años, James Dougherty, con
quien contrajo matrimonio el 19 de junio de 1942 y de quien se
divorciaría cuatro años después.
De modelo a actriz
Ese
mismo año de 1946 un fotógrafo de modas la descubrió y la convenció de
que se hiciera modelo. Así, la aún llamada Norma Jean comenzó su carrera
como modelo bajo la tutela de la agente Emmeline Snively, que le
sugirió cambiar el color de su cabello, que era castaño de nacimiento,
por el característico rubio platino. Durante esta época, Norma Jean
realizó un sinfín de campañas publicitarias, siendo muy recordadas las
que hizo para anunciar trajes de baño. Paralelamente, su carácter
inquieto y deseoso siempre de adquirir nuevos conocimientos la llevó a
tomar clases de arte dramático en el Actor's Lab de Hollywood y a
asistir a cursos de literatura en la Universidad de Los Ángeles (UCLA).
El
rostro de la modelo comenzaba a ser muy conocido. Sus innumerables
trabajos publicitarios hicieron que en 1947 el magnate Howard Hughes,
propietario de la compañía cinematográfica R.K.O., le ofreciera hacer
unas pruebas de pantalla con el objeto de saber si podía dar juego ante
una cámara cinematográfica; pero Norma Jean prefirió aceptar una oferta
de la 20th Century Fox para trabajar unos meses como actriz de reparto.
Intervino en tres películas olvidables en los que no fue debidamente
acreditada, y ya entonces se verificó el cambio de nombre: Norma Jean
pasó a llamarse Marilyn Monroe. Uno de sus primeros papeles era de
figurante entre una multitud; se trataba de la película de Frederick
Hugh Herbert Scudda Hoo! Scudda Hay!, con June Harver. En un
momento del film, Marilyn se separaba del grupo para saludar a la actriz
principal. Esta escena, sin embargo, se cortó luego en el montaje, y
Marilyn recordaba algunos años después: "Una parte de mi espalda es
visible en un plano, pero nadie lo supo aparte de mí y algunos amigos
íntimos."
Un año después la Fox rehusó renovarle el
contrato, por lo que aceptó uno nuevo de parecidas características en
Columbia. Para esta compañía actuó en la comedia musical Ladies of the chorus (1948), de Phil Karlson. Marilyn era una modesta bailarina de striptease
llamada Peggy Martin y cantaba dos canciones. Para preparar este papel
recibió lecciones del director musical de la Columbia, Fred Karger, con
quien se cree que mantuvo relaciones íntimas. Al año siguiente participó
en el que sería el penúltimo filme de los hermanos Marx más o menos al
completo (Groucho, Harpo y Chico), Amor en conserva (Love Happy),
de David Miller. En la película, Marilyn contoneó sus caderas con tanta
donosura que Groucho, que interpretaba al detective Sam Grunion,
manifestó por ella con su proverbial histrionismo un bullicioso deseo.
Con Groucho Marx en Amor en conserva (1949)
A
continuación consiguió, ya para la productora Metro Goldwyn Mayer, un
papel breve pero de suma importancia para su futuro como actriz: en el
excelente thriller de John Huston La jungla de asfalto (The
Asphalt Jungle, 1950), interpretaba con bastante soltura a Ángela, la
amante de un gángster al que acaba por traicionar. El siempre atento
Joseph L. Mankiewicz, que había iniciado su carrera como realizador
cuatro años antes, reparó en la joven Marilyn y le ofreció otro pequeño
pero suculento papel en su melodrama Eva al desnudo (All About
Eve, 1950). En esta película interpretaba a una superficial aspirante a
actriz en lo que podríamos calificar como uno de los primeros papeles
que respondían al estereotipo que más tarde se crearía de ella.
Poco
antes, en 1949, Marilyn, que durante un tiempo compaginó las
profesiones de actriz y modelo, dio su primer golpe en aras de la
celebridad al posar para una sesión fotográfica cuyo resultado es aún
hoy una de las más genuinas imágenes de una pin-up girl. Se trata
de las imágenes que muestran en tomas cenitales a Marilyn desnuda sobre
un cubrecamas de color rojo. Algunas de las fotos aparecerían ese mismo
año en un calendario, y algo después, en 1953, una de ellas sería la
portada del primer número de la famosa revista erótica Playboy. Esto,
sin duda, fue un verdadero acontecimiento mediático, quizá de los
primeros que pueden ser comparados a los que se dan hoy día.
Mientras
tanto, la actriz no abandonaba su carrera en el cine. Tras realizar
algunos papeles secundarios no demasiado destacables, en 1952 apareció
en algunos títulos de cierta importancia, bien por sus directores, bien
por el trabajo que desempeñó en ellos: Encuentros en la noche (Clash by night), de Fritz Lang; No estamos casados (We're not married), de Edmund Goulding; el episodio que Henry Koster realizó para el film colectivo Cuatro páginas de una vida (O´Henry's Full House); y la película de intriga Niebla en el alma (Don´t bother to knock), de Roy Ward Baker, en el que encarnó de manera muy convincente al personaje de Nell Forbes.
En Niebla en el alma (1952)
Marilyn
estuvo verdaderamente espléndida en su papel de Nell, una niñera
perturbada que había intentado suicidarse en el pasado y que,
desesperada y medio loca tras haber perdido a su gran amor, se disfraza
ahora con las joyas de su señora para seducir a un atractivo piloto. La
niña a la que debe cuidar aquella noche, Benny, frustra sus planes, por
lo que la alucinada muchacha la amenaza primero con destriparla con
tanta facilidad como a una muñeca, y luego la amordaza y la ata a la
cama. En esta sádica y desquiciada relación con la pequeña, Marilyn dio
muestras de una convincente crueldad que, al tiempo que desvelaba sus
excelentes dotes dramáticas, tal vez le trajo a la memoria los horrores
sufridos durante su propia infancia. Fue sin duda uno de los mejores
papeles de su carrera.
Estrella de la comedia
Pero el filme realmente importante de ese año fue la comedia de enredo Me siento rejuvenecer
(Monkey Business), de Howard Hawks, el director que junto a John Huston
y Billy Wilder tal vez supo extraer lo mejor de Marilyn Monroe. En esta
comedia, verdadero clásico del género escrita por Ben Hecht, Charles
Lederer y I.A.L. Diamond, hacía el papel de una secretaria rubia y tonta
junto a dos verdaderos monstruos del género, Cary Grant y Ginger
Rogers. La maestría de la puesta en escena y la espléndida carpintería
dramático-cómica de la película era lo que estaba necesitando la carrera
de Marilyn, que por fin podía demostrar su valía más allá de los
estúpido que pudiera ser el personaje que interpretara. Además, y como
se vería más adelante, fue en la comedia más o menos pura donde la
actriz dio lo mejor de sí misma.
En 1953 iba a hacer las primeras tres películas en que su contribución era importante. En primer lugar, Niágara
, un filme de suspense a lo Hitchcock que dirigió el siempre eficiente
Henry Hathaway, pero que no era el tipo de producción idónea para la
actriz. Mucho más importante, ya que tal vez es el título que marca el
inicio de Marilyn Monroe como estrella y como mito sexual, es Los caballeros las prefieren rubias (Gentlemen prefer blondes), una nueva comedia, esta vez musical, de Howard Hawks.
Los caballeros las prefieren rubias,
basada en una ingeniosa novela de Anita Loos, contaba la historia del
enfrentamiento de dos coristas, una morena, la turgente Jane Russell, y
otra rubia, Marilyn, que tratan de cazar a uno de los solterones más
deseados y ricos de América. En esta película, plagada de excelentes
gags y de provocativos números musicales, Marilyn demostró que era,
además de una buena actriz de comedia, una notable cantante y bailarina,
con un estilo personal y muy sugestivo. De hecho, el buscado personaje
masculino, que interpretó Charles Coburn, optaba finalmente por quedarse
con Lorelei Lee, la rubia.
Marilyn en Los caballeros las prefieren rubias
y Cómo casarse con un millonario (1953)
El tercer trabajo que hizo ese año fue un filme argumentalmente bastante parecido, Cómo casarse con un millonario
(How to marry a millionaire), de Jean Negulesco, en el que Marilyn y
otras dos actrices, esta vez Betty Grable y Lauren Bacall, se proponían
conquistar a un millonario a toda costa. No tan exuberante ni rotunda
como la anterior, era una película que explotaba en clave de comedia la
disparidad de físicos y caracteres de las tres intérpretes femeninas y,
por tanto, resultaba un trabajo muy a la medida de las aptitudes de
Marilyn Monroe. Como consecuencia de estos sensacionales trabajos, en
1954 le sería otorgado el prestigioso Globo de Oro a la mejor actriz.
Convertida
en menos de un año en una de las estrellas más rutilantes del
firmamento cinematográfico hollywoodiense, el 14 de enero de 1954
contrajo matrimonio con el mítico jugador de béisbol Joe DiMaggio, uno
de los primeros deportistas estadounidenses cuya popularidad era
comparable a la de una estrella del cine. La boda fue uno de los
acontecimientos sociales más sonados de ese año, pero sólo unos meses
después, el 27 de octubre, DiMaggio y Marilyn se divorciaron. A pesar de
ello, y según el testimonio de amigos de la actriz, Joe DiMaggio fue,
de los tres maridos que tuvo, el único al que quiso realmente.
Joe DiMaggio
Cinematográficamente
hablando, 1954 no fue un gran año si se compara con el precedente o con
los siguientes. Participó en dos títulos; el primero fue un peculiar
cruce entre el melodrama y el western que dirigió Otto Preminger, Río sin retorno
(River of no return), un buen filme coprotagonizado con Robert Mitchum
en el que Marilyn no brilló especialmente. El segundo, la comedia
musical Luces de candilejas (There's no business like show
business), realizada por Walter Lang, resultó de un nivel muy inferior a
las que había protagonizado el año anterior.
En la cumbre
Pese
a los éxitos profesionales que había obtenido en poco tiempo, su vida
personal no era nada satisfactoria. Además del reciente fracaso
sentimental con DiMaggio, no cesaba de luchar para demostrar que era
algo más que una cara y una figura bonitas. Cuanto más se convertía en
una sex-symbol, más intentaba no sucumbir a la conformista imagen
que proyectaba. El acoso al que era sometida por parte de los
directivos de las productoras era constante. Si en sus filmes ella
atraía al hombre con su cuerpo y su inocente encanto, en la vida se
jactaba de no haber aceptado nunca acostarse con los productores y jefes
de los estudios, algo que a buen seguro le habría facilitado las cosas
para conseguir mejores papeles, sobre todo en los inicios de su carrera.
Por otra parte, su arraigado complejo de nulidad
intelectual, seguramente causado por haber abandonado pronto los
estudios, la llevó a nuevas actividades. En 1955, por ejemplo, acudió al
prestigioso Actors Studio neoyorquino para tomar clases con Lee
Strasberg. Inducida por Strasberg, estudió el psicoanálisis con la
finalidad de conocerse más a sí misma y hacer aflorar su potencial
interpretativo. Strasberg, un hombre generoso, la trató como un padre y
le ofreció intervenir en sesiones teatrales del centro, protagonizando
obras como Un tranvía llamado deseo, de Tenessee Williams, y Anna Christie,
de Eugene O´Neill. Estos detalles fueron objeto de burlas por parte de
ciertos ambientes de Hollywood que se obstinaban en verla como una
actriz cuyo único atributo valioso era el de despertar una irrefrenable
atracción en los hombres.
Las dos películas en las
que intervino a continuación, aunque excelentes, presentaban al
personaje que debía interpretar como alguien con más de un paralelismo
con esa otra Marilyn de la vida real. Tanto en La tentación vive arriba (The seven year itch, 1955), de Billy Wilder, como en Bus Stop
(1956), de Joshua Logan, Marilyn llevó a cabo dos interpretaciones
estupendas. Pero el gran público, en lugar de cambiar la idea que tenía
de la actriz fijándose en su capacidad interpretativa, todavía la
encasillaba más, debido a que eran papeles similares a la imagen que
desde los estudios se había dado de ella.
Marilyn Monroe en La tentación vive arriba (1955)
y en Bus Stop (1956)
La
presión habitual a la que se sometía a una gran estrella, el
menosprecio que sentía que le profesaban algunos profesionales de la
industria y el descontento consigo misma no tardaron en hacer mella en
Marilyn. Su comportamiento en los rodajes era cada día más problemático,
con frecuentes impuntualidades, excusas para intempestivas ausencias y
malas relaciones con actores y técnicos. Por esta época comenzó a
tomarse períodos de descanso en clínicas debido a las depresiones en que
cada vez con mayor frecuencia se veía sumida.
Con
todo, seguía estando en el ojo del huracán, siendo el objeto preferido
de la prensa; pero también ello resultaba frustrante. Aceptaba conceder
una entrevista a la espera de que algún periodista se interesara por sus
inquietudes intelectuales, por lo que leía o por el tipo de películas
que le gustaría interpretar, pero lo único que encontraba
sistemáticamente eran burdas cuestiones de tocador. Algunas de sus
respuestas de entonces se convirtieron en célebres, como cuando aseguró
que no usaba ropa interior o que para dormir sólo se ponía Chanel n. 5.
Así es que, inconscientemente o no, la propia Marilyn terminaba
contribuyendo a consolidar la percepción que de ella tenía la gente.
Nuevos rumbos
1956
fue un año crucial en su vida, ya que el 29 de junio se casó con el
dramaturgo Arthur Miller, para lo que debió convertirse previamente al
judaísmo. Este enlace fue más sorprendente si cabe para el público y la
prensa que el de DiMaggio. Miller, escritor y dramaturgo serio,
proveniente de la élite intelectual judía, de posiciones ideológicas
abiertamente izquierdistas, se casaba con una mujer que supuestamente
era la antítesis: superficial, frívola, sin ideas propias y que aparecía
habitualmente en las portadas de la prensa amarilla. Y quienes le
auguraron lo peor, acertaron, ya que este tercer y último matrimonio fue
un nuevo fracaso personal. La desenfadada e ingenua Marilyn Monroe no
congenió con el exclusivo círculo de intelectuales neoyorquinos en que
se desenvolvía Miller, y a pesar de que no se divorciaron hasta enero de
1961, pronto se distanciaron de forma irremediable.
Arthur Miller y Marilyn Monroe
Entretanto,
Marilyn había puesto en marcha un nuevo proyecto que causaba el recelo
de los jefes de los estudios: su propia productora. Cansada del maltrato
y el desprecio, en 1957 viajó a Gran Bretaña para protagonizar y
producir El príncipe y la corista (The Prince and the Showgirl), nueva variación algo más dramática del tema de Los caballeros las prefieren rubias y Cómo casarse con un millonario.
Como director y partenaire suyo Marilyn eligió al shakesperiano y muy
británico Laurence Olivier. El rodaje fue, como venía siendo habitual,
algo turbulento, con enfrentamientos con Olivier, retrasos, pastillas y
alcohol. Curiosamente la crítica especializada, que ya había destacado
su buen hacer como actriz dramática en Bus Stop, fue unánime al
señalar que la espontaneidad y el encanto de Marilyn habían eclipsado a
Olivier, aunque fue inmisericorde con la película.
De
regreso a Estados Unidos, volvieron a surgir los problemas, las
inseguridades y los temores de Marilyn: un matrimonio que ya no
funcionaba; unos estudios cada vez más refractarios a contratarla, por
extraño que esto pudiera parecer dada su inmensa popularidad; nuevas
depresiones; nuevas estancias en sanatorios o clínicas de descanso, y
dos nuevos factores, o cuando menos más acentuados: el consumo de
alcohol y de píldoras, en especial barbitúricos.
En El príncipe y la corista (1957)
En su siguiente película, Con faldas y a lo loco
(Some like it hot, 1959), genial y mordaz comedia sobre el amor y el
transexualismo en que volvió a dirigirla Billy Wilder, el rodaje se
convirtió en un verdadero suplicio. En sus memorias, Wilder lo
recordaría como la experiencia más traumática de su carrera debido al
imprevisible comportamiento de la actriz, que nunca llegaba a la hora o
que, simplemente, tenía que repetir hasta 65 veces un plano en el que
tan sólo tenía una frase. No obstante, y gracias en cierto modo a la
buena química que había con los otros dos actores principales, Tony
Curtis y Jack Lemmon, el resultado final fue satisfactorio; el trabajo
de Marilyn sería premiado en 1960 con un nuevo Globo de Oro, esta vez en
la categoría de mejor actriz de comedia o musical.
En 1960, coprotagonizó junto al actor francés Yves Montand el film de George Cukor El multimillonario
(Let´s make love). Aunque con un planteamiento habitual en la
filmografía de Monroe (chica humilde pero con ansias de superación que
encuentra el amor en un hombre rico), Cukor imprimió al argumento un
mayor acento dramático. Era una producción suntuosa, correctamente
realizada, y con un buen trabajo de la pareja protagonista, pero aun así
había algo en el conjunto que no terminó de funcionar. Durante el
rodaje, Monroe y Montand tuvieron un romance que no pasó a mayores.
Marilyn se enamoró del actor, pero para Montand no era más que una
aventura. Una vez más, la mujer más deseada del mundo no encontraba o
tenía dificultades para conservar un amor.
Un triste final
Su última aparición cinematográfica, si descontamos la incompleta y no estrenada película de Cukor Something´s got to give, fue para muchos críticos y aficionados el mejor trabajo de cuantos realizó Marilyn Monroe. Vidas rebeldes
(The Misfits, 1961), de John Huston y con guión del aún marido de
Marilyn, Arthur Miller, era un filme elegíaco, tocado con la rara
cualidad de lo irrepetible, que unía en la pantalla a tres grandes
actores, Clark Gable, Montgomery Clift y Marilyn Monroe, tres estrellas
que además estaban atravesando por distintos motivos unos momentos
personales especialmente delicados. Una historia de perdedores, tan del
gusto de Huston, que en un último crepúsculo encontrarán al menos un
lugar donde poder descansar y compartir sus experiencias con alguien.
Intensa y emotiva, quizá este papel fue el mejor regalo que pudo hacer a
Marilyn Arthur Miller, con quién se divorciaría poco después, el día 21
de enero de 1961, justo una semana antes del estreno de Vidas rebeldes.
Su sentida interpretación de la divorciada Roslyn Taber, que encuentra
un nuevo amor en el personaje que encarna Gable, volvió a ser destacada
en 1962 con un nuevo Globo de Oro.
En Vidas rebeldes (1961)
Los
últimos meses de la vida de Marilyn presentan una serie de zonas
oscuras que probablemente nunca lleguen a esclarecerse, como su relación
con el entonces presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy,
que parece probado que fue de naturaleza íntima, o más tarde con el
hermano de éste, el senador Robert Kennedy, en la que algunos indicios
pueden hacer pensar que fue tan sólo de amistad. De cualquier modo, los
nombres de ambos aparecieron entonces y siguen apareciendo hoy en el
asunto de la muerte por suicidio de la actriz, que falleció el 5 de
agosto de 1962 a causa de una sobredosis de barbitúricos en su casa de
Brentwood, California.
A las 3 de la madrugada, la
señora Murray, su ama de llaves, la encontró en la cama en una postura
extraña, con el teléfono fuertemente aferrado en una de sus manos y las
luces encendidas. Un frasco vacío de Nembutal encima de la mesilla
atestiguaba la ingestión masiva de pastillas por parte de la estrella.
El médico forense certificó su muerte y expresó su convencimiento de que
se trataba de un suicidio. En años posteriores, una auténtica industria
del escándalo, de la que formarían parte la prensa amarilla, la de
extrema derecha y un Norman Mailer arruinado y angustiosamente
necesitado de dinero, especularon incansablemente sobre la relación
entre su muerte y los hermanos Kennedy.
No era la
primera vez que había ingerido una sobredosis de barbitúricos combinada
con alcohol: exactamente lo mismo había ocurrido en la primavera del año
anterior, poco después de la separación de Miller y del estreno de Vidas rebeldes.
La policía, extrañamente, no reveló el nombre de la sustancia que había
tomado Marilyn, e incautó y rehusó hacer públicas las cintas
magnetofónicas de la compañía de teléfonos en que estaban grabadas las
llamadas que efectuó la noche de su muerte. Esto no hizo más que
confirmar las sospechas de que Marilyn llamó a alguien en busca de
ayuda, alguien cuya alta posición pública no le permitía afrontar el
escándalo que hubiera supuesto verse envuelto en semejante asunto.
Pese
a la infinidad de biografías y libros que sobre ella se han escrito
(incluyendo su autobiografía, aparecida póstumamente en 1974), en los
que se ha podido percibir esa otra Marilyn que no se ajusta al tópico,
aún hoy sigue apareciendo en primer lugar, o en un lugar muy destacado,
en toda clase de rankings más o menos frívolos: en 1995 fue votada por
los lectores de la revista inglesa Empire como la actriz cinematográfica
más sexy de todos los tiempos; la misma revista, en 1997, la situaba
como la octava estrella del cine (masculina y femenina) más grande de
todos los tiempos; y en 1999, la americana People Magazine la
consideraba la mujer más sexy del siglo.
La tentación vive arriba (1955)
En
definitiva, a pesar de los denodados intentos que Marilyn Monroe llevó a
cabo en vida para ser considerada de manera distinta a como se la veía,
difícilmente desaparecerá nunca de la imaginación colectiva como uno de
los íconos eróticos del siglo XX. La imagen de La tentación vive arriba,
con blusa y falda plisada blancas que se le levantan y agitan cuando
pasa sobre un respiradero del metro de Nueva York, ha quedado
indisociablemente unida a su nombre. Su desaparición en plena juventud, y
en la cumbre de su fama como actriz y como mito erótico vivo, no hizo
más que acrecentar la leyenda.
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