Comentario:
La única leyenda viva y activa de la época de oro comenzó su carrera siendo tan joven que aún hoy es lugar común entre los mexicanos atribuirle una mayor edad de la que realmente tiene. La radio y el teatro la llevaron rumbo a la pantalla y al primero de sus cuatro matrimonios. El cine le llegó gracias a un pequeño papel en el melodrama Bamba (1948) del pionero Miguel Contreras Torres; el matrimonio, en la figura del actor Rafael Banquells.
El cine mexicano la recibió con los brazos abiertos. Silvia Pinal pertenecía a la segunda y más versátil generación de estrellas de su tiempo, cuyo registro histriónico no se limitaba a un solo género dramático. Junto con Marga López, Pedro Infante, Silvia Derbez y otros, la Pinal se desenvolvía como pez en el agua, lo mismo en comedias rancheras que en melodramas urbanos, ya fuese interpretando a rubias "peligrosas" o a morenas con trenzas. Fue una digna contraparte de Cantinflas en Puerta, joven (1949) y de Tin Tan en El rey del barrio (1949) antes de ganar un Ariel por coactuación en Un rincón cerca del cielo (1952). Un extraño en la escalera (1954), al lado de Arturo de Córdova, la convirtió en la estrella favorita del público de los cincuenta. Casi al terminar la década, la actriz recibiría dos Arieles más por sus actuaciones estelares en Locura pasional (1955) y La dulce enemiga (1956).
Si la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas no hubiese descontinuado su premiación durante 14 años, es muy probable que Silvia Pinal se hubiese convertido en la actriz con más premios Ariel de la historia. Tres de sus mejores interpretaciones se sucedieron entre 1961 y 1965, cuando su segundo esposo -el comerciante convertido en productor Gustavo Alatriste- le regaló uno de los mejores obsequios que una actriz podría recibir: ser dirigida por Luis Buñuel. El realizador aragonés encontró en Silvia Pinal a la mejor intérprete que Viridiana (1961) pudiese tener y consolidó esta fructífera relación con otros dos filmes memorables: El ángel exterminador (1962) y Simón del desierto (1964).
Los sesenta fueron la década de las comedias sofisticadas, la música, los programas de televisión y el matrimonio con el cantante Enrique Guzmán. Sus indiscutibles dotes para la comedia fina pudieron apreciarse en el episodio "Divertimento" de Juego peligroso (Jôgo perigoso) (1966) de Luis Alcoriza, en el episodio "La insaciable" de El cuerpazo del delito (1968) o en La hermana trinquete (1969). En estas y otras divertidas comedias de los sesenta, Silvia Pinal caracterizó a vividoras mundanas y sexys con un gran sentido del humor.
Alejada del cine a mediados de los setenta, la Pinal se dedicó en cuerpo y alma al teatro de comedia musical y a la televisión. Un breve retorno en 1977, con dos proyectos ambiciosos pero fallidos, la hicieron desistir de regresar a una industria que había perdido por completo el encanto de otras épocas. De ahí que la actriz prefiriese continuar su carrera fílmica en España y Argentina antes de detenerla por completo durante una década.
El esperado retorno de la Pinal a las pantallas mexicanas se presentó a principios de los noventa, cuando estelarizó Modelo antiguo (1992) de Raúl Araiza. Sin embargo, esta experiencia no fue suficiente para convencerla de darle continuidad a su larga y meritoria carrera cinematográfica. Dedicada a la producción teatral y televisiva, Silvia Pinal prefirió andar nuevos caminos, entre ellos el de la política.
A finales de 2002, la Pinal se involucró en un nuevo proyecto cinematográfico dirigido por Juan Fernando Pérez Gavilán. En la cinta, titulada Ya no los hacen como antes (2003), la actriz interpreta a una viuda dispuesta a rehacer su vida con un hombre más joven que ella. Así, a poco más de cinco décadas de su debut en el medio artístico, esta admirable mujer continua siendo una estrella en toda la extensión de la palabra.
La única leyenda viva y activa de la época de oro comenzó su carrera siendo tan joven que aún hoy es lugar común entre los mexicanos atribuirle una mayor edad de la que realmente tiene. La radio y el teatro la llevaron rumbo a la pantalla y al primero de sus cuatro matrimonios. El cine le llegó gracias a un pequeño papel en el melodrama Bamba (1948) del pionero Miguel Contreras Torres; el matrimonio, en la figura del actor Rafael Banquells.
El cine mexicano la recibió con los brazos abiertos. Silvia Pinal pertenecía a la segunda y más versátil generación de estrellas de su tiempo, cuyo registro histriónico no se limitaba a un solo género dramático. Junto con Marga López, Pedro Infante, Silvia Derbez y otros, la Pinal se desenvolvía como pez en el agua, lo mismo en comedias rancheras que en melodramas urbanos, ya fuese interpretando a rubias "peligrosas" o a morenas con trenzas. Fue una digna contraparte de Cantinflas en Puerta, joven (1949) y de Tin Tan en El rey del barrio (1949) antes de ganar un Ariel por coactuación en Un rincón cerca del cielo (1952). Un extraño en la escalera (1954), al lado de Arturo de Córdova, la convirtió en la estrella favorita del público de los cincuenta. Casi al terminar la década, la actriz recibiría dos Arieles más por sus actuaciones estelares en Locura pasional (1955) y La dulce enemiga (1956).
Si la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas no hubiese descontinuado su premiación durante 14 años, es muy probable que Silvia Pinal se hubiese convertido en la actriz con más premios Ariel de la historia. Tres de sus mejores interpretaciones se sucedieron entre 1961 y 1965, cuando su segundo esposo -el comerciante convertido en productor Gustavo Alatriste- le regaló uno de los mejores obsequios que una actriz podría recibir: ser dirigida por Luis Buñuel. El realizador aragonés encontró en Silvia Pinal a la mejor intérprete que Viridiana (1961) pudiese tener y consolidó esta fructífera relación con otros dos filmes memorables: El ángel exterminador (1962) y Simón del desierto (1964).
Los sesenta fueron la década de las comedias sofisticadas, la música, los programas de televisión y el matrimonio con el cantante Enrique Guzmán. Sus indiscutibles dotes para la comedia fina pudieron apreciarse en el episodio "Divertimento" de Juego peligroso (Jôgo perigoso) (1966) de Luis Alcoriza, en el episodio "La insaciable" de El cuerpazo del delito (1968) o en La hermana trinquete (1969). En estas y otras divertidas comedias de los sesenta, Silvia Pinal caracterizó a vividoras mundanas y sexys con un gran sentido del humor.
Alejada del cine a mediados de los setenta, la Pinal se dedicó en cuerpo y alma al teatro de comedia musical y a la televisión. Un breve retorno en 1977, con dos proyectos ambiciosos pero fallidos, la hicieron desistir de regresar a una industria que había perdido por completo el encanto de otras épocas. De ahí que la actriz prefiriese continuar su carrera fílmica en España y Argentina antes de detenerla por completo durante una década.
El esperado retorno de la Pinal a las pantallas mexicanas se presentó a principios de los noventa, cuando estelarizó Modelo antiguo (1992) de Raúl Araiza. Sin embargo, esta experiencia no fue suficiente para convencerla de darle continuidad a su larga y meritoria carrera cinematográfica. Dedicada a la producción teatral y televisiva, Silvia Pinal prefirió andar nuevos caminos, entre ellos el de la política.
A finales de 2002, la Pinal se involucró en un nuevo proyecto cinematográfico dirigido por Juan Fernando Pérez Gavilán. En la cinta, titulada Ya no los hacen como antes (2003), la actriz interpreta a una viuda dispuesta a rehacer su vida con un hombre más joven que ella. Así, a poco más de cinco décadas de su debut en el medio artístico, esta admirable mujer continua siendo una estrella en toda la extensión de la palabra.
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